Cuando el vaso está «casi» lleno

Mi equipo favorito de fútbol nació producto de la visión de ciertos empresarios, nació sin seguidores en lo absoluto. Compitieron en una ciudad tan arraigada al béisbol, que su primer partido lo jugaron en un parque de ese deporte.

Sin fondos suficientes para operar, tuvieron héroes invisibles porque casi nadie los iba a ver. Sufrieron de todo en su primer temporada: fueron último lugar, su camión se incendió cerca de San Juan de los Lagos, sufrieron en el puerto de Veracruz la peor goleada de la historia del futbol mexicano 14-0 (ese juego me lo narró personalmente Chito García, uno de los  jugadores rivales de ese encuentro).

Sin embargo, hoy juegan y brillan durante su octava década. Tienen un estadio propio y magnífico y acumulan 7 títulos (4 nacionales y 3 de esta región del mundo) y ocupan un deslumbrante segundo lugar de la tabla.

Desde su nacimiento en 1945 hasta los primeros años de los años 70’s, el club tuvo el mérito de subir de segunda a primera división y sobrevivir. Luego la familia Santos lo hizo competitivo en base a mejores jugadores. En ese entonces fui a mi primer juego, una semifinal contra América que ganó nuestro equipo con gol de Guarací. Ahí me enamoré del espectáculo. Tuvieron que pasar muchos años para llegar a una época ganadora y tener un estadio hermoso, pero los recuerdos de las duras batallas, las derrotas dolorosas, las ilusiones sin gloria siguen estando en la mente.

Esta temporada no llenan su estadio, «solo» van entre 40 a 42 mil espectadores, dejando muchas butacas vacías y la gente se pregunta por qué los abandonan. Por eso hice un repaso breve de su historia, para que aquellos que algo reclaman recuerden las épocas de vacas flacas y todo lo que le debemos a este club.

Yo no olvido las épocas de vacas flacas, y no dejo de agradecer a los cientos de jugadores que nos han dado espectáculo. Desde esa percepción, reconozco muchos «aficionados» que no van a disfrutar un espectáculo. Algunos van exclusivamente a ver ganar a su equipo y por supuesto, sufren y eso los puede hacer ausentarse. Claro, las victorias se disfrutan pero en todos los juegos hay espectáculo, a veces más brillante y a veces con menos talento.

Otro factor de las «bajas» entradas es la forma en que se vendieron algunos miles de localidades, pagadas por empresas patrocinadoras que no tienen una correcta logística para distribuir esos lugares. Los patrocinadores sintieron el beneficio de pagar el costo, pero deberían también tener el compromiso de llenar esas localidades. Me consta, es una situación difícil de modificar.

Por otro lado, el estadio lució vendido en su totalidad durante sus primeros años en parte por algunos miles de personas que, sin ser aficionados, pagaron por uno o varios años en forma adelantada su butaca por la novedad del estadio nuevo. Cuando se termina la novedad, deben dar paso a los reales aficionados (me incluyo).

Alguien señala como factor el precio de las entradas. Discrepo, he visto estadios vacíos con precios absurdamente bajos. Por ejemplo, Lobos de la BUAP tiene las peores entradas de la liga a pesar de que un abono del torneo apertura 2018 costó lo mismo que un solo boleto en reventa de Monterrey contra Chivas.

Los rivales señalan irónicamente que no llenamos el estadio, pero al menos tenemos un estadio digno, no un lienzo charro. De cualquier forma, las entradas promedio de los equipos regiomontanos son iguales y son las mejores de la liga. ¿Por qué ver el vaso medio vacío? prefiero verlo como es: un grandioso y  hermoso vaso lleno al 80%. No está mal, ¿o sí?

 

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